Este día nació volviendo de aquella mítica jornada en Orreaga de hace un mes, donde encontramos aquella nieve etérea. Cuando regresábamos en coche a la altura de Burguete, había una luz mágica del cielo que parecía señalarnos al Menditxuri. Realmente miré el reloj pensando en si podíamos meterle el morro, pero ya era tarde y las condiciones cambiaban al día siguiente, esa liebre ya se había escapado.

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Ahora que se había vuelto a preparar la Columbia Navarra, enseguida me vino a la mente el Menditxuri, me puse en contacto con Jon y Xabier, porque a Jon le habían seducido un par de líneas muy ácidas que tenía.

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Pero en este caprichoso invierno este tren no hace paradas y uno tiene que montarse en marcha o apearse… El miércoles era el día y Jon no podía, pero Xabier iba de noches y se apuntaba de gaupasa… Yo, bueno yo apañé…

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El monte está un poco apartado y no parece muy lógico visitarlo en estas circunstancias con otros sitios tan generosos alrededor, pero a mí se me había metido entre ceja y ceja…

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Una preciosa y rápida aproximación que parece trasladarnos a la taiga siberiana, bosques poco frecuentados… Arriba, una vez en campo abierto, el viento del norte es inmisericorde. Pero qué bien se está cuando se está bien.

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La bajada es «Sota-caballo-rey»… O se le mete por toda la pala Sur o también te puedes enmarronar por una zona muy ácida, con mucha verticalidad y posibles líneas bastante estéticas, aunque algo cortas.

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La nieve está un poco acartonada y es que el viento ha trabajado muy bien.

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Como el monte es txikito, pues le metemos a la pala y luego Xabier decide probar esos corredores que hoy se encuentran en una situación bastante agro, pero ya que estamos…

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A veces, «estar» es lo único que uno necesita para ser feliz.

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Al final y antes de regresar a casa, a comer en plato y mesa. He podido contemplar a Xabier hacerse una línea bestial, en apenas unos segundos… Sinceramente, por lo que sé, no creo que nadie haya metido el morro jamás en estos corredores… A falta de que alguien lo refute, para mí Xabier ha estrenado este vertiginoso corredor y ahora sólo falta que entre él y su hermano, que fue el que propuso meterse en ellos, lo bauticen.

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Agur

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